Narrar el mundo es narrarse a sí mismo -  Con Juan Mosquera

Narrar el mundo es narrarse a sí mismo - Con Juan Mosquera

Con la mano derecha, en la que tiene tatuada “ni un día sin una línea", Juan Mosquera escribe: “He venido hasta acá para estremecerme con el corazón dispuesto de los que abren un cuaderno mientras compartimos una larga conversación”.


Llegamos a San Jacinto, tierra de paisajes amarillos, de gaitas y de juglares vallenatos para tener la segunda clase de El viaje de las historias, en la que conversamos y aprendimos sobre la identidad y el territorio, un personaje más en los relatos que contamos. 


Juan Mosquera, periodista y escritor de Estaba en llamas cuando me acosté, nos transportó a un viaje de conexión con ambos conceptos, que no solo están determinados por el lugar en el que nacemos o el oficio que desempeñamos, sino también por el cúmulo de emociones y relatos que llevamos dentro: “La identidad es ser parte de una historia de muchos”, nos cuenta.


“Esta clase es un llamado a tener conciencia en lo que hacemos, en lo que decimos, en lo que comemos… es un llamado a recordar que estamos vivos”, nos dice, y con esta invitación a despertar la fascinación por la vida, abrimos los cuadernos para adentrarnos en esta reflexión.


Cuando hablamos de identidad y de historias, debemos saber que el primer territorio por recorrer comienza en nosotros mismos, y esto Juan lo tiene muy claro. Hijo de padre chococano, negro, negrísimo; y de madre antioqueña, blanca, blanquísima, se reconoce en su propia historia y en sus raíces que narra en sus poemas y antologías, pues como lo menciona “uno siempre está siendo parte de lo que cuenta”. 


Los relatos se tejen en las raíces porque las historias están en lo que somos, no solo en los lugares que habitamos, sino también en las personas que conocemos y las experiencias que vivimos. Nadie está inaugurando el mundo, aunque creamos lo contrario. 


Entonces, ¿cómo podemos conectarnos con nuestras raíces y con nuestra identidad y cómo esto puede ayudarnos a narrar mejor? Juan nos deja algunas enseñanzas:


  • Nuestro cuerpo es también un lugar en el que se conjugan los sentidos que se convierten en maestros del oficio de contar.

  • Escuchar es algo que sucede con el cuerpo entero: la pasión por contar historias siempre empieza por la pasión por escuchar. Así, nos vamos aproximando al mundo a través de las voces que nos cuentan cómo es.

    • El amor sigue siendo el motor real de nuestras acciones y la principal de las historias: tenemos que entender que tocar el corazón del otro no es nada distinto a tocar el corazón propio, solo cuando somos capaces de conmovernos a nosotros mismos, podemos conmover a los demás. 
  • Hay que escribir como si uno pudiera, a partir del lenguaje, cuidar y tocar el alma ajena: la palabra es medicina siempre, en su existencia habita el alivio.

  • Escribimos para leer eso que no encontramos en otro lugar, porque hay historias que nos habitan y que también pesan, buscamos la manera de contarlas y de darle sentido a nuestra vida a través de ellas.

    • La identidad no es más que una historia que muchos asumen como propia: hay que reconocernos como historias en construcción, que evolucionan, que cambian de trama, que crecen y también se achican, que juegan con lo que somos y lo que seremos. 

    • La belleza es una manera de hacer que las personas abran la puerta de la memoria: seguro se nos viene a la mente alguna descripción que nos transporta a ese lugar que tanto añoramos, las palabras también son vehículos al pasado. 

    Finalmente, debemos entender que en el plano secuencia de la vida somos las semillas de un árbol de historias y también, de paso, somos un río de relatos buscando un mar. No se nos puede olvidar que hacemos parte de algo mucho más grande; pero, más importante aún, no podemos desligarnos de lo que somos ni de donde venimos, ni dejar de lado el corazón y la conciencia porque las historias que contamos son historias que tienen que mirar a los ojos. 

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